Opinión Por Leandro Joaquín Gonzalez Martes, 3 de Noviembre de 2020
Sobre la identidad y transformación del radicalismo
En los Estados Unidos, a mediados del siglo XIX el Partido Republicano supo ser el aglutinante mayoritario de los partidarios del movimiento antiesclavista. La anhelada abolición de la esclavitud fue finalmente conquistada y decretada por el presidente republicano Abraham Lincoln durante la Guerra de Secesión mediante la Proclamación de Emancipación. En ese entonces, quizá para sorpresa de muchos, el mismo Partido Demócrata que llevó a Barack Obama a la presidencia en 2012, abogaba por la defensa de la esclavitud de la población negra y fueron gobernadores estatales de dicho partido quienes sancionaron las tristemente célebres leyes "Jim Crow", las cuales segregaban a los afroamericanos en escuelas, universidades, transporte público, baños y restaurantes. A partir de la década de 1960, los roles iban a comenzar a cambiar y luego de distintas experiencias demócratas en el gobierno federal, éstos últimos abrazarían el movimiento de derechos civiles y se manifestarían por la igualdad de blancos y negros.
En otra temática, pero en el mismo sentido, el aborto se encuentra garantizado como un derecho inalienable en los Estados Unidos desde el fallo Roe vs. Wade de la Corte Suprema en 1973. Sin embargo, con anterioridad al célebre caso, fueron gobernadores republicanos como Ronald Reagan en California, Nelson Rockefeller en Nueva York y Dan Evans en Washington quienes promulgaron leyes estatales abiertamente permisivas con respecto a prácticas abortivas y métodos anticonceptivos frente a un Partido Demócrata con estrechos vínculos con el electorado católico. Años más tarde, durante su carrera presidencial, Reagan daría un giro en su postura y consolidaría una alianza neoconservadora a su alrededor que correría al Partido Republicano inexorablemente hacia la derecha y que enarbolaría su oposición al derecho a decidir de las mujeres como bandera principal. Hoy en día, el Partido Republicano representa al conservadurismo más extremo de la política norteamericana con su raigambre ultra religiosa y su oposición al aborto legal, al matrimonio de personas del mismo sexo, a la legalización de la marihuana, a medidas de regulación medioambiental, así como a toda iniciativa de ampliación de derechos de minorías. En resumen, primero con Reagan, luego con Bush padre e hijo, y hoy con Donald Trump, el Partido Republicano ha continuado su transformación para representar en la actualidad una opción electoral y de gobierno ultra conservadora de corte antiliberal en lo social.
La Unión Cívica Radical supo ser el partido de la ampliación de derechos y libertades en la Argentina. Llevó adelante tres revoluciones en pos de la conquista del voto secreto, universal y obligatorio, que finalmente llevó a la presidencia al primer gobierno democrático y popular de la historia argentina en la figura de Hipólito Yrigoyen. Fue durante ese gobierno que tuvo lugar la Reforma Universitaria, la cual aceleró el proceso de secularización y significó el acceso masivo de las clases medias y los hijos de inmigrantes a la Universidad Pública y desde ese momento también, laica. Fue también Yrigoyen quien introdujo los guardapolvos blancos en las escuelas públicas como símbolo de igualdad de los niños argentinos, provengan de donde provengan. Fue una iniciativa radical en la Provincia de San Juan la que permitió el voto femenino en una elección provincial por primera vez en la historia y fueron grandes radicales como Elvira Rawson quienes lideraron las luchas feministas de principios de siglo.
Mucho más adelante en el tiempo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, tomó fuerza en el radicalismo y en la Argentina una agenda de reivindicaciones de derechos de las mujeres. De este modo, con el impulso de la administración alfonsinista, se sancionaron las leyes del divorcio vincular y de patria potestad compartida, a pesar de la férrea oposición del Partido Justicialista y la Iglesia Católica. Asimismo, las plataformas de mujeres radicales fueron las autoras e impulsoras de la ley de cupo femenino, la cual aumentó y aseguró una importante participación de la mujer en los ámbitos de toma de decisiones de la política pública.
Sin embargo, a partir de la crisis del 2001, el radicalismo se vio en envuelto en un proceso de descomposición y fue víctima de un éxodo masivo de militantes y dirigentes. De esta manera, la pérdida de representación que tuvo lugar en los grandes centros urbanos provocó que el poder y los liderazgos del partido se trasladen hacia zonas rurales del país y hacia cuadros radicales con miradas mucho menos progresistas y liberales en lo que tiene que ver con la reivindicación de derechos que interpelan a las nuevas generaciones. Sumada a esta transformación en la dirigencia y composición de la UCR, el peronismo -acostumbrado como pocas fuerzas políticas en el mundo a virar según los vientos de la opinión pública sin culpas, lamentos o escrúpulos- liderado por el kirchnerismo encaró una agenda de avanzada en lo social. La sanción del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género fueron conquistas fundamentales y aportes decisivos en pos de construir una Argentina justa, plural y tolerante. El rol de la oposición radical en el Congreso durante estas iniciativas fue magro y ambiguo: sólo un pequeño pero valiente grupo de legisladores radicales acompañó dichos proyectos de ley.
El ejemplo del Partido Republicano narrado en la primera parte de esta columna debería ser aleccionador. Los partidos políticos, actores principales de la sociedad civil en democracia, sufren cambios y transformaciones generacionales a medida que las ideas políticas, económicas, sociales y culturales predominantes en una sociedad van mutando. Un partido puede ser progresista y con el paso de los años, volverse conservador, como el Partido Republicano de los Estados Unidos. Y a la vez, un movimiento político como el justicialismo puede pasar de ser conservador y apegado a los preceptos de la Iglesia Católica -como lo fue durante la mayor parte de su historia- a ser el impulsor de medidas de ampliación de derechos y secularización, ya sea por convicción o cálculo político.
En esta línea de análisis, el derrotero del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo en el Senado de la Nación representa un antecedente negro para la UCR nacional. A contramano de su historia de defensa de las libertades públicas y de ampliación de derechos, los votos negativos de ciertos senadores radicales fueron decisivos para que el aborto legal en la Argentina no sea ley. El repudio generalizado de las organizaciones juveniles del radicalismo, la Juventud Radical y la Franja Morada, configuró un alivio importante en la salvaguarda de determinada corriente de principios en la Unión Cívica Radical. Asimismo, la unanimidad del plenario de la UCR Capital en favor de la despenalización del aborto y el mandato a sus legisladores a actuar y votar en consecuencia, significó un ejercicio de esperanzadora reafirmación doctrinaria. En este mismo sentido, la exigencia de Martín Lousteau para que su compañera de fórmula al Senado en las últimas elecciones fuera un voto "verde" constituyó una firme declaración de principios.
Dirigentes, militantes, afiliados y simpatizantes tenemos una enorme responsabilidad por delante. No permitir que el radicalismo se vea envuelto en una transformación conservadora que puede ser definitiva. Un radicalismo conservador, patriarcal y anti derechos no tiene razón de ser. Iría en contra de su doctrina, sus valores y su historia. La oposición o pertenencia a determinado gobierno de turno tampoco puede ni debe ser la variable en la toma de decisiones de la UCR. Una vez finalizada la peor etapa de la pandemia, el radicalismo tendrá una prueba fundamental en este sentido con el tratamiento y votación de la ILE en el Congreso, según las declaraciones de Alberto Fernández sobre el tema. Asimismo, luchas del siglo XXI como la despenalización del cannabis y sus usos medicinales, la eutanasia y la agenda medioambiental frente al cambio climático se configuran también como temáticas que el radicalismo deberá optar por enarbolar y defender para sostener su identidad liberal y progresista a lo largo del tiempo. Los jóvenes cargamos con la mayor responsabilidad: presionar a nuestros representantes nacionales a que no le den la espalda a los valores reformistas que constituyen la columna vertebral de la cosmovisión radical de la Argentina y el mundo.
Por Leandro Joaquín Gonzalez, Abogado y militante Unión Cívica Radical Caba